miércoles, abril 15, 2015

RETO LITERATIO II


LA NEBLINA de Yarozlavy Bañuelos.

Un lunes cualquiera decidió no salir más de su casa, se cobijó en su habitación como roedor en su madriguera y tomó una larga siesta vespertina. Mientras dormía la neblina penetró sutil y silenciosa a través de la ventana abierta, dejando en la cortina un cristalino rastro de gotitas gélidas que jamás sería visto; nadie nunca sabe el día exacto en el que la neblina entra a su casa.

Despertó. Todo parecía igual que antes de irse a dormir, allí seguían la canasta de ropa sucia, la mancha de café en el piso y la misma malinterpretada soledad de siempre. Pero la neblina avanza rápido buscando los caminos hacia el corazón y al poco tiempo empezó a mostrarse implícita en el moho que fue cubriendo las paredes; podía notarse también en la sonrisa sin alegría, en las palabras atoradas en su garganta, en un montoncito de versos inconclusos y en una lista de enfermedades psicosomáticas. Supo de ella mucho después, hasta que se manifestó de una forma más agresiva, punzante y dolorosa como aguijón de avispa, fue en la receta del psiquiatra: Flouxetina y Clonazepam.
No transcurrió mucho tiempo para que la neblina invadiera su cuerpo por completo, no fue difícil que ésta cruzara el umbral de su psique; las puertas de sus oídos eran demasiado frágiles, las ventanas de sus ojos estaban rotas y los cuervos guardianes huyeron hacia los páramos de la noche. Cuando se dio cuenta que perdía visibilidad a causa de un extraño vapor frío y que sus huesos estaban impregnados de sereno, la neblina ya había dejado atrás la antesala de su pecho y corría hacía el núcleo de su alma.
Primero fue la región norte de su cabeza la que se nubló. El frío y las borrascas que conjuró la neblina arruinaron las cosechas, no hubo más duraznos ni ciruelas dulces en la mesa de su hogar y ese año no vibró la primavera; los caminos de adoquines rojos se inundaron de agua lodosa y su vista se encapotó de oscuros nimbus.
El mal de la neblina siguió avanzando descaradamente por cada recoveco de sus entrañas, cada paisaje mental que traspasaba era convertido en manchones de tinta sin ninguna forma; los mares al sur de su vientre antes cálidos se cubrieron de una bruma que envolvió a las barcas y por muchos días no permitió ver la luz titilante de las estrellas. Los faros guías fueron tragados por la melancolía brumosa.
El color azul-grisáceo de la neblina se transformó en el blanco espeso y angustioso de la niebla, le dio muerte a los geranios y al canto del ruiseñor, fue entonces que ese veneno etéreo se materializó en cristales de hielo que hirieron cruelmente a su portador y con cada latido se formaban nuevas estalactitas asesinas ¡Era mejor no moverse, no respirar, no gritar su dolor!
Después de tantas derrotas nebulosas la tierra de su cuerpo se ha vuelto árida y los tulipanes ya no florecen más en sus manos, son los estragos de la humedad ácida de algunas penas.
La Neblina ganó.
¿Ganó?
En realidad no lo puedo asegurar. Esta mañana me asomé por la cancela que nos separa y me pareció ver que unos rayos de sol se filtraban suavemente por el velo de niebla y delirio que cubre su corazón.


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