Hay
quienes desean atrapar los sueños entre las letras; tejer una especie de
telaraña que aprisione todo tipo de imágenes oníricas y así, al mismo tiempo,
sentir el alma liberada. Tengo una semana con
pesadillas, me negaba a escribir...
Últimamente
mis hábitos de sueño han dejado de ser eso, un hábito; ayer, por ejemplo, me
dormí desde las 7:00 de la tarde y desperté a las 10:00 de la noche sudando y
con el pecho palpitando a prisa, realmente asustada por una pesadilla. No quise
levantarme a anotarla, no hablé, durante los primeros minutos permanecí inmóvil
en cama. Me quedé quieta intentando borrar de mi mente toda esa maraña de
miedos.
En
el sueño era tan joven como ahora, también temía a la muerte. Fui perseguida
por hombres y mujeres, al parecer eran mis amigos e iban a matarme. Recuerdo
que en el sueño hubo un baile, algo así como una fiesta y después de mucho
planearlo logré escaparme y llegar a casa -esta pequeña casa en la que ahora
vivo. Finalmente todos me encontraron, tocaron la puerta y gritaron -desde la
calle- mi nombre. Tuve que abrirles. Aquello fue un desfile macabro. Los vi
subir las escaleras y les escuché mentir -siempre sonriendo. Sólo uno de los
"no invitados" me advirtió -con insinuaciones- que iban a matarme. Yo
me vi desesperada, no sabía en qué momento ni de qué forma. No quería morir y
tampoco quería matar. Recuerdo que hubo una trifulca, entre que me revolvieron
la ropa, me hicieron preguntas, revisaron mi refrigerador, encendieron música,
bebieron, fumaron. Seguía viva pero sabía que aquello se aproximaba, me sentía
acorralada. Por fin pude despertar; abrí los ojos y me dolían los brazos,
estaba enredada en las sábanas...
Decidí
ponerme de pie, vencer el sueño y concluir mis pendientes del día. Distraerme. Me
volví a quedar dormida a la una de la madrugada -después de leer los primeros
capítulos de Big Sur.
En
la siguiente pesadilla era yo una anciana. En el fondo sabía que era otra la
realidad que predominaba. Todo era posible. Había transcurrido el tiempo, había
sobrevivido, pero de nuevo había llegado el momento de abandonar lo material de
mi sustancia... Al parecer era yo una especie de actriz fracasada y la policía
me utilizaba como carnada para atrapar a "cierta" banda. Vivía yo con
un grupo de amigas -todas octogenarias; salí a una misión y mientras recorría las calles, y esperaba, me
puse a pensar en la vida que inevitablemente se me escapaba. Estaba sorprendida
por verme la piel arrugada, por saberme vieja y cansada. De pronto aparecí en
un fraccionamiento -cerca de casa- sentada sobre la banqueta de una calle
solitaria. Comencé a recordar lo que hacía a los veintiocho y el resto de la
vida fue una cinta nublada. Por fin aparecieron los hombres, algo me dijo que
aquello era una trampa; era a mí, y sólo a mí, a quien buscaban y supe que
querían hacerme sufrir. Como pude me escabullí y llegué a la reja de mi casa
con mis amigas ancianas quienes fueron muy claras "Ellas no querían
morir" así que me dejarían afuera... por un instante vi todo lo que iban a
hacerme esos hombres, sentí terror. Desperté.
Eran
las 3:27 de la mañana. Estaba temblando -nuevamente bajo las sábanas. Intenté
enviarles mensajes a ciertas personas cercanas, pero ni saldo, ni internet, ni
nada. Me puse de pie, encendí la luz de la recámara; salí a la sala y me paré
al borde de la ventana. La calle estaba oscura y callada. Bebí agua, encendí
todas las luces de mi casita y regresé a la cama; para poder dormir tan
"iluminada" me eché una cobija en la cara.
En
el último sueño de esta madrugada aparecí atada a una silla; imágenes e
historias incompletas me bombardeaban. Recordé los dos sueños anteriores, y
algo se me reveló: que la edad a la que muera no importa, siempre voy a sentir
terror. En esta última pesadilla admitía por fin -para mí- que nunca serán
suficientes los años, que no quiero dejar de sentir o comenzar a sentir la
"nada". La pesadilla estaba en mi cabeza, me decía que a la edad que sea
voy a morir asesinada. Que me encontrarán una y otra vez. En este último sueño,
la muerte -que se me mostraba mujer- me secuestraba y me besaba.
Desperté
a las 6:30 con la luz apagada. Realicé mi ritual para ir a clases, no emití
palabra y sólo pude desayunar media
manzana.
Llegué
a la universidad, fusioné mis grupos: treinta mujeres, entre los 20 y los 28
años de edad, en un aula. Hablamos sobre la realidad ¿Qué existe? ¿Qué es esa
sustancia inmaterial que es nuestra mente? ¿Cómo es posible que una sustancia
que no es física -que no se ve- como la mente, pueda entrar en conexión con una
sustancia física que es el cuerpo y viceversa? ... no podía dejar de pensar en
"los sueños"...
Llegué
a casa y no tuve más remedio que escribir.
Mar.
Muy bueno. Creo que el miedo a no sentirse o saberse vivo y a no ser "tú" (como un ente con espacio propio) nos recuerda que somos humanos (y lo valioso de esta cualidad).
ResponderEliminarAl principio creí que se trataba de un transtorno de estrés postraumático. Pensé: creo que fue abusada sexualmente, pues inconscientemente en sus sueños, se siente victima de peligro ante cualquier persona.
ResponderEliminarLuego un giro, la cuestión se hizo existencial, el natural miedo a la muerte, a ser asesinado.
Qué buena fusión de lo onírico y lo "real". Me gustó como ilustraste la extracción de preguntas fundamentales de ese infinito cúmulo de información que es nuestra mente, la cual parece desarrollarse a si misma o tal vez ya está completamente desarrollada.
Al final surgieron dos cuestiones que quedaron en el aire:
"Si la muerte es parte de la vida, estár muerto es vida"
"La mente y la materia son la misma cosa, solo somos información"
Buena historia :)