Refracción humeante
Soñé que una vez fui otra, una que
soñaba con una crisis estética en el mundo, que buscaba el sueño y la narración
para volverse río de instintos, esos que parecen venas punzantes en la
conciencia.
Esa
que fui…
La
vida es una breve narración que se reinventa cada instante o debo decir que
reinventamos cada instante, en cada refracción; La vida es sueño, nos dijeron.
También nos han dicho que este sueño se divide en dos: el mundo real y el onírico.
Pero creo que muchos hemos dejado esa idea olvidada en la gaveta de un sueño, y
hemos comenzado a apreciar esta vida sueño, desde una densidad óptica distinta
¿Cómo?
Paremos desde este momento el parpadeo que divide ambas visiones: Cerremos
los ojos. Según Nietzsche, en “Humano, demasiado humano”, es para el
hombre primitivo para quien el sueño se vuelve un segundo “mundo real”, un
mundo con una estructura opuesta al mundo de la vigilia, al dormir éstos
hombres vuelan y son asechados por las aves, hablan con los muertos, los
animales los cuestionan, son inmortales... El sueño es el alma, el mundo real
es el cuerpo.
El
mundo de los sueños se transforma en algo mítico, hiperreal, dotado de
entidades deseantes. Como ya dijimos, este otro mundo está repleto de entidades
ontológicamente contrarias a las de la vigilia. El cuerpo reconoce dos
percepciones, una externa dispuesta a suprimirse y otra interna,
paradójicamente, inalcanzable. Parece que el hombre, aunque no de manera
consciente, sabe de esas percepciones displacenteras que habitan en el
mundo etéreo, las desea, habla de lo bueno que es “soñar despierto”.
Los
sueños se convierten en Mar, profundos, insondables, sublimes. (Nos tragan y
aterran, nos ponen a sonreír inicuos)
El
hombre primitivo es el que se esfuerza por proyectar en el “mundo real”
vertientes oníricas, como defensa al asalto sueño-mar. Ilusión metafísica diría
Nietzsche, en el inconsciente es donde se fundamentan los cuestionamientos por
el otro mundo, por el verdadero. El sueño será el que cuente todo aquello de
lo que el consciente jamás habla, el sueño (o inconsciente) danzará todo
lo que en el devenir de la cultura solo se reza o canta.
Hablamos de un olvido, de una decisión de guardar o abandonar.
Todos
somos o hemos sido el hombre primitivo, hemos experimentado la alteración del
sueño, hemos escuchado hablar a las rocas, nos hemos hundido en árboles
abetunados, hemos fusionado nuestra habitación con el salón de clases, o
simplemente, todos hemos cursado una descabellada coherencia en los sueños, una
que, según esa que fui, no tendría lugar en el “mundo real”.
Esta
actividad psíquica primitiva sigue haciéndose presente en cada consciencia.
Seguimos atribuyendo estados a causas que de ningún modo son las verdaderas. ¿Cómo
es que ese humano primitivo pasa a ser una ilusión metafísica? Pasa a ser algo
propio de la fantasía onírica.
¿Cómo
el sueño se convierte en una ontología del comportamiento humano? Una creación
artística ¿Cómo el sueño se convierte en poesía pura? Refracción humeante.
Me
he ido remando hasta mi centro, para poder hundir allí el umbral entre la
vigilia y el sueño. No hay recuerdo, solo existe el despertar a un nuevo sueño,
que da continuidad al laberinto trascendental en el que me encuentro.
Cada
aspiración, cada bocanada, cada (silbar hacia adentro) me deja lista para
desconectarme o hacer el cambio de luz en el horizonte de la nada; inicia quizá
la mímesis del “arte poética” a la “realidad”. La oscuridad del sueño se
clarifica en mi actuar, se representa, se recrea.
Todo
se vuelve área ficcional, la especificidad artística de mi cuento es el cuento
mismo, las mareas traen consigo el concepto de verosimilitud, autonomía lunar. Los
sueños generan las condiciones para el cumplimiento de los deseos; los sueños
servirán para compensar la carencia accidental de experiencias durante el “no
sueño”
Los
sueños son interpretaciones libres, diversas, cada vez se realizan o se
satisfacen diferentes pasiones. La realidad onírica no acepta rutinas.
Los
instintos de los que habla Nietzsche son estos guionistas, artistas de la
genial improvisación que dictan la realidad del sueño, los cuales algunos
atrapan o encadenan en el mundo real, nuestro objetivo deberá ser
liberarlos.
Hasta
aquí pongamos atención en algo, este “guionista o narrador” sigue siendo el
mismo en “ambos mundos”, solo que el del mundo real conoce mucho menos sobre
sus instintos, sobre los instintos del mundo, está tratando de describir los
objetos a “tientas”. Es por eso que las causas reales en el mundo “real”
parezcan tan irreales como las “irrealidades” del sueño, aunque todas respondan
a interpretaciones de nuestros estados de excitación.
Nuestros
juicios morales, nuestras victimizadas reacciones, nuestra ambigüedad, nuestra
incongruencia mimetizante, solo son repercusiones de los instintos en nuestros
sentimientos hacia los otros, a eso que desconocemos, en el mundo real.
Y
esto inequívocamente el sueño te lo enseña:
Nos
da claramente la causa del instinto, pero, de manera consciente ¿Nos gustaría
encontrarla? ¿Qué deberíamos hacer con ese conocimiento?
“Somos
la trama, la forma, la duración, el actor y el espectador”, diría Nietzsche. Ni siquiera nuestra voluntad escapa a esa interioridad inconsciente.
INSTINTOS,
SOMOS INSTINTOS por y para la vida.
¡Conozcámonos,
transitemos, dancemos, despertemos para soñar!
Si
esa memoria ancestral se hace presente en nuestros sueños, que vivan también en
nosotros los poetas, los amantes del cosmos.
Las
apariencias de los sueños son las mismas que las de la vigilia, lo único que
cambia es la consciencia de la necesidad de seguir soñando. Despreocupémonos un
poco. Refracción humeante. Reconozcamos el sueño y la embriaguez como aquello
que diluye el mundo real, lo vuelve mar palpitante.
¡Hay
que alargar el sueño, hay que vivir en sueño! (refracción humeante)
¡Hay
que soñar, ser lo viviente mismo, ser el sueño! (refracción humeante)
¿Lo
único que se debe suprimir es la supresión a conocernos y a suprimirnos?
Acabemos con eso.
Cada
día que me siga interpretando, cambiando de escenario, reinventando, nuestro
sueño se irá dilatando. ¿Ahora podemos ver lo dormido que estamos adorando a
lo ipso
facto?
Otorguémosle
sentido a la vida, vivamos la ensoñación. Ya no existe la línea del primitivo
soñador que diferencia “lo onírico y lo real” “Lo verdadero y lo ilusorio”
Ahora
¿Todo es ilusión? ¿Todo es verdadero?
Lo
único que “existe” es el producir interpretaciones de los instintos,
interpretaciones onírico-artísticas, creaciones.
La
niña que jugaba a enseñar, ahora mujer, sigue jugando, encontró la puerta.
Seamos
mar, interpretación infinita; intentando interpretarse a sí misma.
Cuando no nos de la almohada reposo, como al del Zaratustra, caminemos también hacia la mar, cojamos la barca, surquemos la inmensidad, arrojémonos al abismo, quizá sea allí donde empecemos “verdaderamente a soñar”, quizá allí esperen al encuentro nuestros dos instintos-divinidad, Apolo y Dioniso, arte, voluntad.
Cuando no nos de la almohada reposo, como al del Zaratustra, caminemos también hacia la mar, cojamos la barca, surquemos la inmensidad, arrojémonos al abismo, quizá sea allí donde empecemos “verdaderamente a soñar”, quizá allí esperen al encuentro nuestros dos instintos-divinidad, Apolo y Dioniso, arte, voluntad.
Actuemos
con grandeza, cínicamente y con inocencia. Y como diría Nietzsche, construyamos
un mundo eterno de la apariencia, donde siempre se hace necesaria una luz
transfiguradora; tratemos de reunir todas aquellas innumerables ilusiones
de la bella apariencia que cada instante hacen digna de ser vivida la
existencia e instan a vivir el instante siguiente.
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