Somos dos pequeños danzando en lo
caliginoso de tu cuarto; fuente de luz, uno frente al otro, que al mismo tiempo
juega a ser sombra.
Eres tu mano izquierda en la
puerta de mi infierno; el agridulce e inquieto compás con el que respiran tus
dedos sumergidos en mi centro.
Eres la caricia, el resuello, los labios que
consagran con la lengua los lunares de mi cuerpo.
Soy el agua que se enturbia, que se vuelve remolino
en tu cama.
Soy la montaña que se erige, se levanta y te
aplasta. Soy la jaca.
Soy mis caderas, mis labios, mis ojos, mis nalgas, libando tu esencia,
tu sustancia.
Somos todo. Somos
retazos de la nada.Mar.
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