lunes, noviembre 18, 2019

Mi primer encuentro con Sade


Diario de escritura: 

Conocí la figura del Marqués de Sade, cuando tenía como dieciséis años, a través de la película Quills, que se tradujo como Letras prohibidas. Recuerdo que el personaje me impactó, me sedujo, y me llevó a identificarme o a nombrar aspectos vitales que ya empezaba a reconocer como propios. 

Primero, la obsesión por la escritura, la necesidad de plasmar en palabras las historias de locura y perversión, a veces a manera de crítica, de la vida misma; la segunda, la inclinación por la pasión, el dolor y el placer, el sexo y la lujuria, en la realidad o la ficción; descubrí pues, que todo eso se encontraba en la literatura libertina, erótica.

De alguna manera, descubrir a Sade desde la mirada de dicha película, de su director y su guionista, me dejó la idea de que el erotismo era eso: lo que nos mueve, lo que transgrede, lo que rompe la monotonía, lo que asombra, lo que desata el demonio que llevamos dentro, lo que sabe a amor, pero puede ser cruento. Lo que puede provocar admiración, placer, y quizá también miedo. Digamos que la película, y más tarde algunos libros de Sade que pude conseguir en fotocopias o de editoriales baratas, me reafirmaron la idea de la sexualidad como definición ontológica; y de autocosificación, dentro de lo social, como posibilidad para validarme. Algo que no comprendí a fondo en aquel momento, pero que así lo vivía, así se me veía; a mí y a las otras mujeres de mi entorno. Y debo decir que, aquello nunca terminaba siendo placentero. Al final había un sentimiento de vergüenza, humillación, culpa, incomprensión o incluso repulsión hacia mí y hacia los otros.

Claro, eso lo veo ahora en retrospectiva, lo distingo, porque en esos momentos era un punto ciego; ya que esos aprendizajes sobre la sexualidad, se conjuntaron con un contexto como el de este país, como el de Sinaloa, donde mucho de lo entendido a través de esos medios se reitera en la práctica; en los mitos y las tradiciones. Se vuelve aceptable. Parte de la norma.

Así que, bueno, después mi primer acercamiento y deslumbramiento con Sade, de pensar que por ahí iba eso de lo "erótico", además de la escritura, me obsesionó el erotismo, esa idea del concepto. Experimentaba y escribía sobre placer, dolor, perversión y deseo. Así fue por muchos años. Claro, después de diecisiete años, muchas concepciones y formas han cambiado. 
Afortunadamente, sigo obsesionada con la literatura y el erotismo, pero ahora, llena de reflexiones y cuestionamientos planteados desde distintos horizontes; principalmente desde el feminismo.
Una de las muchas reflexiones respecto a aquella concepción de lo erótico que me dejó mi encuentro joven con Sade, es que lo que está en esas obras, sólo reitera el lugar que nosotras tenemos en la sociedad, el de ser objetos para violentar, cuerpos desechables. Y que si eres de clase baja, el destino está dictado, serás siempre la esclava, nunca la ama. 

Otra de ellas, que afortunadamente he podido comprender y aprender a librarme, es que sí, también por complacer, a veces calzamos la piel de aquella que confunde el dolor con el placer, de aquella que disfruta la sumisión y, quizás, el humillar si se requiere; en serio  pude creer que lo deseaba. En serio sé que se llega a creer. 
Hasta que por madurez, socialización, lecturas y reflexión, todo aquello se diluyó, y experimenté otras formas de vivirme, de desear y desearme. 

Afortunadamente, todas podemos transformar esas ideas erróneas, patriarcales, en la búsqueda genuina del propio goce, desde otros horizontes, desde nuevas formas de amar, follar y relacionarse. 

Sigo en la exploración de la dimensión erótica, de la escritura placentera, corpórea, pero ahora desde la crítica feminista- literaria. 

Pronto les compartiré mis reflexiones sobre la literatura erótica hegemónica y su reproducción de lo que dice el patriarcado respecto al erotismo, los placeres y los roles sexuales. 


Mar.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por este deleite, por estas enseñanzas, por estas reflexiones que mucha falta nos hacen. Porque conflictuarnos nos permite reinventarnos a cada momento y a continuar creciendo a cada momento.

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