martes, mayo 19, 2020

Carta de una feminista mexicana a Alexandra Kollontay, cien años después



Ciudad de México, marzo 2018.

Querida Alexandra Kolontay:


Te escribo esta carta con motivo de los 100 años de tu libro “La mujer nueva y la moral sexual”. Con el interés de que más mujeres puedan acercarse a tus ideas; conversar contigo, una feminista y revolucionaria de la mujer, el amor, la vida y el mundo.
Quizá por todo eso sentía que para escribirte primero debía averiguar quién soy yo ahora mismo, dónde estoy; desde qué postura política y social puedo hablarte; desde qué experiencias del amor, sobre qué conciencia del ser mujer… ¡uf! Luego me di cuenta que tener un concepto claro y único de todo eso, además de imposible en este momento, me parece una demanda un tanto severa; mira que prohibirme la escritura o verme incapaz de andarla, sólo por estar en un abismo existencial; en una crisis de palabra y sentido.
No me dejo amordazar por la desidia. Aquí estamos.
Resulta que tu libro, en una edición de 1972, llegó a mis manos apenas hace un par de meses, y desde que lo toqué y leí, la forma en la que te presentan, como una célebre insurrecta, como la primera embajadora soviética, me atrapó e hizo que me sonrojara; de pronto una mujer como tú me guiñaba el ojo, desde no sé qué paralela vida, a través de ese papel-voz. Fue en ese encuentro cuando supe que un día tú te propusiste escribirnos, escribirme; a mí y a todas las mujeres lejanas y desconocidas que habitamos “tu futuro”.
¿Qué tanto quisiste decirnos? ¿Nos advertías? ¿Nos proponías?
Desde que leí tus primeras historias sobre heroínas, sobre mujeres-individualidad, desde que te tuve al lado contándome sobre esas mujeres nuevas, supe que te escribiría. Responder a través de los siglos a otras pensadoras, siempre trae emociones e ideas esperanzadoras. Cuestionar y rascar atavismos morales, siempre viene bien.
Desde el principio me fascinó leerte, te vi ahí señalando la falta de épica femenina; denunciando a la Literatura que continuaba presentando mujeres del viejo tipo, de las que los literatos se esforzaban en dibujar (aún en estos tiempos). Tú, como emisaria del nuevo tipo de mujer, y yo encendida por dentro también. El espíritu transformador se contagia. Te escuché hablando de un desenmascaramiento del amor romántico sin llamarle así.
¿Sabes? en cada página encontré una actualidad asombrosa. Por ejemplo, ya cien años de tu libro, pero en mi generación aún se hace un fetiche del amor erótico, así como tú lo señalaste. Sí, todavía muchas mujeres invertimos demasiado tiempo y energía en nuestras interminables tragedias amorosas y sus complicaciones. Y me atrevo a decir, que también en esta época, hay una lucha constante, en cada existencia, por temas de amor. Por las formas de amar. De esperar ser amada. Por el peso que el amor tiene en nuestra vida… El amor romántico es uno de los mecanismos más efectivos del sistema para la subordinación de las mujeres.
Pero claro, también puedo ver ahora a mujeres libres, incluso sentirme parte de un nuevo tipo de mujer. Yo misma he visto a la “mujer célibe” de mi tiempo; trabajo en ello; puedo intuir su rostro en el espejo.
¿Quiénes son esas mujeres-individualidad?
Sé que tú eres una de ellas. Mujer revolucionaria, iconoclasta. Creíste en la utopía y trabajaste por alcanzarla. Mujer que luchó por los derechos y la emancipación de las otras. Sé, y lo agradezco infinitamente, que fuiste valiente para desafiar tu tiempo; que fuiste una mujer que creíste y luchaste por darle vida en lo material a ideales de igualdad y libertad. Fuiste una mujer que cuestionó y reflexionó hasta el cansancio temas como el amor, la sexualidad y el rol de las mujeres en la sociedad burguesa; sin importar las etiquetas que se te pusieran. ¡Gracias por ser tan terca!
Sé que para ti unirte al movimiento revolucionario significó estar atrapada en un sentimiento trascendental, sabías que para ti de eso iba la vida; supiste que el amor, el amor como nos lo han contado, es algo efímero comparado con el intento eterno de transformar el mundo en algo mejor para todos nosotros; te tomaste muy en serio el hacer historia, deseaste siempre trascender en el tiempo con tus propias ideas. Por eso tú eres la mujer nueva. Y lograste dibujar el perfil de la mujer célibe, persistente a la lavadura del tiempo.
Me encantó escucharte hablar de las mujeres del nuevo tipo: “Esas millones de figuras envueltas en trajes grises, que se mueven desde las primeras horas del alba en interminable fila desde los barrios obreros a los almacenes, a las fábricas y estaciones…” “Esas miles de mujeres que aumentan las estadísticas de hogares independientes” “las que sostienen una sorda y continua lucha por la vida, que pasan su existencia sentadas ante la mesa de la oficina, en un laboratorio, detrás del mostrador de tiendas” “las mujeres célibes somos esas de alma alegre que, con la cabeza llena de sueños y proyectos audaces, se atreven a llamar a la puerta de los templos de la ciencia y el arte” “la mujer célibe en el laboratorio entregada a un experimento científico, en los archivos hojeando libros, cumpliendo con el trabajo de su clínica o dedicada a preparar un discurso político.” “Aquella joven que camina sola, sin rumbo; y que el lodo y las bajezas de la vida no manchan su vestido…satisfecha de su fuerza interior y de su independencia.”
Tú nos dices que es la vida misma la creadora de estas mujeres nuevas. Nos hablas de las mujeres de la vanguardia ¿Qué historias podemos contar hoy? ¿Quiénes son o somos las mujeres de la vanguardia? ¿Quiénes somos las mujeres que nos estamos abriendo paso? ¿Hacia dónde?
Tú nos hablas de mujeres que no se doblegan ante los latigazos de la vida. Nombras a una Magda que es actriz, que está orgullosa de su arte, de sus luchas; una mujer que defiende lo que es, lo que merece y le corresponde… tus palabras apuntalan perfectamente una reflexión hacia las problemáticas de nuestros días; hacia el despertar de más mujeres, y el valor para un cambio de escenario.
Nos invitas al trabajo creativo, a hacer comunidad y al Feminismo. Nos hablas de no callar, de escribir, reflexionar y analizar, de hacernos escuchar y de armar redes, de crear consciencia.
Nos incitas cuando nos presentas a mujeres como Olga, una mujer que vive en una gran ciudad, con una vida feliz de soledad y trabajo. No teme a la vida y pide con audacia al destino su parte de dicha. Para ella el amor no es más que una parte de su vida intensa y múltiple. O cuando nos hablas de Lansovelo una mujer dedicada a la medicina y la ciencia, que rechaza el matrimonio, que se consagra al trabajo. Mujeres emancipadas.
¿Cuántas Olga o Lansovelo conocemos ahora? ¿Será fácil o difícil, aprender a amar la soledad, saberse sola; conseguirse la libertad, realizarse desde otras formas; vivir conforme a la idea de que el amor no es aquello totalizante que da sentido a nuestro ser, no es algo que nos “completa”, sino sólo una parte, un cajón de nuestro gran clóset vital?
Seré sincera, a mí me parece difícil. Lo he vivido, pero no mayormente; trabajo en ello en el presente. No es fácil, porque es una batalla con una misma, con la educación amorosa, con las experiencias destructivas. Pienso en las mujeres que he conocido, en mis vecinas, alumnas, primas, compañeras, jefas… la mayoría de ellas han visto en alguna de sus etapas de vida, exclusivamente, al amor como meta. No es fácil desmontar las arraigadas y dependientes ideas, pero lo vale la tranquilidad y la vida plena.
Nos hablas sobre la vida de Teresa, una socialista, propagandista, valiente; una mujer que vive por sus ideales políticos. Una mujer que reconoce al amor como un acto momentáneo en el camino de la vida. Mencionas a Agnes, quien es escritora y secretaria, amante de la libertad; quien no busca en el amor el contenido y el fin de la vida, sino sólo lo que es corriente en los hombres: el reposo, la poesía y la luz. Nos dices que ellas jamás se olvidarían a sí mismas, jamás entregarían toda la voluntad e inteligencia a una persona; Nos hablas de mujeres leales a sí mismas; que tienen claro su papel en la vida, que asumen su individualidad.
Nos hablas de mujeres para las que el amor no es más que una melodía iniciadora. Y al escuchar eso sólo pienso en dialogar y reflexionar junto a mis amigas; no es algo casual ni insignificante el que nos lo digas.
Tú sabes que a veces las mujeres experimentamos la sensación de que la melancolía de la soledad nos clava sus ojos petrificantes, y nos vemos tentadas por la ternura y el consuelo que ofrece la promesa de un amor no verdadero, y nos perdemos. Pero justo por eso es importante sabernos, defendernos y colocarnos en el mundo desde nuestro centro. Es importante escuchar a las que nos han dejado un camino menos silenciado.
Querida Kolontay, tú nos presentas mujeres que buscan encontrarse a sí mismas, que anhelan diferentes tipos de éxtasis; que adoran la música y la escritura. Que escriben cartas de despedida cuando no se sienten permitidas. Y otras que también salen al encuentro del amor, pero desde una perspectiva distinta, cada vez más libre. Nos presentas a mujeres que lidian con enfermedades físicas, que se enfrentan a situaciones adversas; nos hablas de las que resisten a su manera. De las que bailan bajo la lluvia, de quienes rompen rutinas vacías, de mujeres que se atreven a comenzar todos los días. Nos cuentas de las mujeres que se atreven a salir del molde sombra del marido, de aquellas que despiertan su conciencia. De las que dejan de ser “la mujer de alguien”, para comenzar a vivirse y presentarse como ellas. Mujeres que rechazan el eterno masculino, que comienzan a buscar y a disfrutar más de la fisionomía espiritual. Mujeres que logran una independencia económica, que optan por la profesión y los viajes. Mujeres que quieren montar empresas, que quieren dedicar su vida a algún arte por mera pasión. Nos presentas espíritus libres, rebeldes, sensibles, infinitos.
Nos incluyes en un grupo que crece diariamente, pues como dices “La vida crea y forma sin cansarse el nuevo tipo de mujer”.
Tu escritura, las historias de mujeres que caminan por tu mundo, hace que inevitablemente nos cuestionemos por quiénes somos, por el papel que desempeñamos en este presente. Por el nuevo tipo de mujer que somos, que fundamos. Por el tipo de heroínas que tenemos. Por las historias de amor que nosotras mismas construimos.
Cuando te leemos, tú nos muestras a la mujer individualidad, “la que tiene valor propio, con un mundo interior suyo, una personalidad que se afirma, es decir, en suma, a la mujer que arranca las enmohecidas cadenas que aprisionan a su sexo.” Y nos invitas a inventar la nuestra, a convertirse en ella. ¡GRACIAS!
Ahora debo dejarte porque me estoy alistando para salir a la calle, hoy marcho por la emancipación y los derechos de las mujeres, al lado de miles de mujeres mexicanas.

Marisabel M. G.
Mar.

P.D. Después escribiré para contarte sobre las mujeres célibes de mi tiempo. Abrazo fraternal




Mar.

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