Ciudad de México, marzo 2018.
Querida Alexandra
Kolontay:
Te escribo esta carta con motivo de los 100
años de tu libro “La mujer nueva y la moral sexual”. Con el interés de que más
mujeres puedan acercarse a tus ideas; conversar contigo, una feminista y
revolucionaria de la mujer, el amor, la vida y el mundo.
Quizá por todo eso sentía que para escribirte
primero debía averiguar quién soy yo ahora mismo, dónde estoy; desde qué
postura política y social puedo hablarte; desde qué experiencias del amor,
sobre qué conciencia del ser mujer… ¡uf! Luego me di cuenta que tener un
concepto claro y único de todo eso, además de imposible en este momento, me
parece una demanda un tanto severa; mira que prohibirme la escritura o verme
incapaz de andarla, sólo por estar en un abismo existencial; en una crisis de palabra
y sentido.
No me dejo amordazar por la desidia. Aquí
estamos.
Resulta que tu libro, en una edición de 1972,
llegó a mis manos apenas hace un par de meses, y desde que lo toqué y leí, la
forma en la que te presentan, como una célebre insurrecta, como la primera
embajadora soviética, me atrapó e hizo que me sonrojara; de pronto una mujer
como tú me guiñaba el ojo, desde no sé qué paralela vida, a través de ese
papel-voz. Fue en ese encuentro cuando supe que un día tú te propusiste
escribirnos, escribirme; a mí y a todas las mujeres lejanas y desconocidas que
habitamos “tu futuro”.
¿Qué tanto quisiste decirnos? ¿Nos advertías?
¿Nos proponías?
Desde que leí tus primeras historias sobre
heroínas, sobre mujeres-individualidad, desde que te tuve al lado contándome
sobre esas mujeres nuevas, supe que te escribiría. Responder a través de los
siglos a otras pensadoras, siempre trae emociones e ideas esperanzadoras.
Cuestionar y rascar atavismos morales, siempre viene bien.
Desde el principio me fascinó leerte, te vi ahí
señalando la falta de épica femenina; denunciando a la Literatura que
continuaba presentando mujeres del viejo tipo, de las que los literatos se
esforzaban en dibujar (aún en estos tiempos). Tú, como emisaria del nuevo tipo
de mujer, y yo encendida por dentro también. El espíritu transformador se
contagia. Te escuché hablando de un desenmascaramiento del amor romántico sin
llamarle así.
¿Sabes? en cada página encontré una actualidad
asombrosa. Por ejemplo, ya cien años de tu libro, pero en mi generación aún se
hace un fetiche del amor erótico, así como tú lo señalaste. Sí, todavía muchas mujeres
invertimos demasiado tiempo y energía en nuestras interminables tragedias
amorosas y sus complicaciones. Y me atrevo a decir, que también en esta época,
hay una lucha constante, en cada existencia, por temas de amor. Por las formas
de amar. De esperar ser amada. Por el peso que el amor tiene en nuestra vida…
El amor romántico es uno de los mecanismos más efectivos del sistema para la
subordinación de las mujeres.
Pero claro, también puedo ver ahora a mujeres
libres, incluso sentirme parte de un nuevo tipo de mujer. Yo misma he visto a
la “mujer célibe” de mi tiempo; trabajo en ello; puedo intuir su rostro en el
espejo.
¿Quiénes son esas mujeres-individualidad?
Sé que tú eres una de ellas. Mujer
revolucionaria, iconoclasta. Creíste en la utopía y trabajaste por alcanzarla.
Mujer que luchó por los derechos y la emancipación de las otras. Sé, y lo agradezco
infinitamente, que fuiste valiente para desafiar tu tiempo; que fuiste una
mujer que creíste y luchaste por darle vida en lo material a ideales de
igualdad y libertad. Fuiste una mujer que cuestionó y reflexionó hasta el
cansancio temas como el amor, la sexualidad y el rol de las mujeres en la
sociedad burguesa; sin importar las etiquetas que se te pusieran. ¡Gracias por
ser tan terca!
Sé que para ti unirte al movimiento
revolucionario significó estar atrapada en un sentimiento trascendental, sabías
que para ti de eso iba la vida; supiste que el amor, el amor como nos lo han
contado, es algo efímero comparado con el intento eterno de transformar el
mundo en algo mejor para todos nosotros; te tomaste muy en serio el hacer
historia, deseaste siempre trascender en el tiempo con tus propias ideas. Por
eso tú eres la mujer nueva. Y lograste dibujar el perfil de la mujer célibe,
persistente a la lavadura del tiempo.
Me encantó escucharte hablar de las mujeres del
nuevo tipo: “Esas millones de figuras envueltas en trajes grises, que se mueven
desde las primeras horas del alba en interminable fila desde los barrios
obreros a los almacenes, a las fábricas y estaciones…” “Esas miles de mujeres
que aumentan las estadísticas de hogares independientes” “las que sostienen una
sorda y continua lucha por la vida, que pasan su existencia sentadas ante la
mesa de la oficina, en un laboratorio, detrás del mostrador de tiendas” “las
mujeres célibes somos esas de alma alegre que, con la cabeza llena de sueños y
proyectos audaces, se atreven a llamar a la puerta de los templos de la ciencia
y el arte” “la mujer célibe en el laboratorio entregada a un experimento
científico, en los archivos hojeando libros, cumpliendo con el trabajo de su
clínica o dedicada a preparar un discurso político.” “Aquella joven que camina
sola, sin rumbo; y que el lodo y las bajezas de la vida no manchan su
vestido…satisfecha de su fuerza interior y de su independencia.”
Tú nos dices que es la vida misma la creadora
de estas mujeres nuevas. Nos hablas de las mujeres de la vanguardia ¿Qué
historias podemos contar hoy? ¿Quiénes son o somos las mujeres de la
vanguardia? ¿Quiénes somos las mujeres que nos estamos abriendo paso? ¿Hacia
dónde?
Tú nos hablas de mujeres que no se doblegan
ante los latigazos de la vida. Nombras a una Magda que es actriz, que está
orgullosa de su arte, de sus luchas; una mujer que defiende lo que es, lo que
merece y le corresponde… tus palabras apuntalan perfectamente una reflexión
hacia las problemáticas de nuestros días; hacia el despertar de más mujeres, y
el valor para un cambio de escenario.
Nos invitas al trabajo creativo, a hacer
comunidad y al Feminismo. Nos hablas de no callar, de escribir, reflexionar y
analizar, de hacernos escuchar y de armar redes, de crear consciencia.
Nos incitas cuando nos presentas a mujeres como
Olga, una mujer que vive en una gran ciudad, con una vida feliz de soledad y
trabajo. No teme a la vida y pide con audacia al destino su parte de dicha.
Para ella el amor no es más que una parte de su vida intensa y múltiple. O
cuando nos hablas de Lansovelo una mujer dedicada a la medicina y la ciencia,
que rechaza el matrimonio, que se consagra al trabajo. Mujeres emancipadas.
¿Cuántas Olga o Lansovelo conocemos ahora?
¿Será fácil o difícil, aprender a amar la soledad, saberse sola; conseguirse la
libertad, realizarse desde otras formas; vivir conforme a la idea de que el
amor no es aquello totalizante que da sentido a nuestro ser, no es algo que nos
“completa”, sino sólo una parte, un cajón de nuestro gran clóset vital?
Seré sincera, a mí me parece difícil. Lo he
vivido, pero no mayormente; trabajo en ello en el presente. No es fácil, porque
es una batalla con una misma, con la educación amorosa, con las experiencias
destructivas. Pienso en las mujeres que he conocido, en mis vecinas, alumnas,
primas, compañeras, jefas… la mayoría de ellas han visto en alguna de sus
etapas de vida, exclusivamente, al amor como meta. No es fácil desmontar las arraigadas
y dependientes ideas, pero lo vale la tranquilidad y la vida plena.
Nos hablas sobre la vida de Teresa, una
socialista, propagandista, valiente; una mujer que vive por sus ideales
políticos. Una mujer que reconoce al amor como un acto momentáneo en el camino
de la vida. Mencionas a Agnes, quien es escritora y secretaria, amante de la
libertad; quien no busca en el amor el contenido y el fin de la vida, sino sólo
lo que es corriente en los hombres: el reposo, la poesía y la luz. Nos dices
que ellas jamás se olvidarían a sí mismas, jamás entregarían toda la voluntad e
inteligencia a una persona; Nos hablas de mujeres leales a sí mismas; que
tienen claro su papel en la vida, que asumen su individualidad.
Nos hablas de mujeres para las que el amor no es
más que una melodía iniciadora. Y al escuchar eso sólo pienso en dialogar y
reflexionar junto a mis amigas; no es algo casual ni insignificante el que nos
lo digas.
Tú sabes que a veces las mujeres experimentamos
la sensación de que la melancolía de la soledad nos clava sus ojos
petrificantes, y nos vemos tentadas por la ternura y el consuelo que ofrece la
promesa de un amor no verdadero, y nos perdemos. Pero justo por eso es
importante sabernos, defendernos y colocarnos en el mundo desde nuestro centro.
Es importante escuchar a las que nos han dejado un camino menos silenciado.
Querida Kolontay, tú nos presentas mujeres que
buscan encontrarse a sí mismas, que anhelan diferentes tipos de éxtasis; que
adoran la música y la escritura. Que escriben cartas de despedida cuando no se
sienten permitidas. Y otras que también salen al encuentro del amor, pero desde
una perspectiva distinta, cada vez más libre. Nos presentas a mujeres que
lidian con enfermedades físicas, que se enfrentan a situaciones adversas; nos hablas
de las que resisten a su manera. De las que bailan bajo la lluvia, de quienes
rompen rutinas vacías, de mujeres que se atreven a comenzar todos los días. Nos
cuentas de las mujeres que se atreven a salir del molde sombra del marido, de
aquellas que despiertan su conciencia. De las que dejan de ser “la mujer de
alguien”, para comenzar a vivirse y presentarse como ellas. Mujeres que
rechazan el eterno masculino, que comienzan a buscar y a disfrutar más de la
fisionomía espiritual. Mujeres que logran una independencia económica, que
optan por la profesión y los viajes. Mujeres que quieren montar empresas, que
quieren dedicar su vida a algún arte por mera pasión. Nos presentas espíritus
libres, rebeldes, sensibles, infinitos.
Nos incluyes en un grupo que crece diariamente,
pues como dices “La vida crea y forma sin cansarse el nuevo tipo de mujer”.
Tu escritura, las historias de mujeres que
caminan por tu mundo, hace que inevitablemente nos cuestionemos por quiénes
somos, por el papel que desempeñamos en este presente. Por el nuevo tipo de
mujer que somos, que fundamos. Por el tipo de heroínas que tenemos. Por las
historias de amor que nosotras mismas construimos.
Cuando te leemos, tú nos muestras a la mujer
individualidad, “la que tiene valor propio, con un mundo interior suyo, una
personalidad que se afirma, es decir, en suma, a la mujer que arranca las
enmohecidas cadenas que aprisionan a su sexo.” Y nos invitas a inventar la
nuestra, a convertirse en ella. ¡GRACIAS!
Ahora debo dejarte porque me estoy alistando
para salir a la calle, hoy marcho por la emancipación y los derechos de las
mujeres, al lado de miles de mujeres mexicanas.
Marisabel
M. G.
Mar.
Mar.
P.D.
Después escribiré para contarte sobre las mujeres célibes de mi tiempo. Abrazo
fraternal
Mar.
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