miércoles, mayo 13, 2020

Diario de escritura


Justicia simbólica

Hay libros que merecen leerse de a poquito porque en cada página una se encuentra y desencuentra, se enoja, reconforta, comprende, se prende, contagia a otras con el ánimo de conversar ciertos temas. “Cansadas” de Nuria Varela es uno de esos libros. Y por fin lo terminé. Aun así, me empeño en leer de nuevo el capítulo número cinco “Cansadas de la nueva misoginia”, porque encierra puntos clave en uno de los temas que más ocupan mi existencia: la exclusión histórica de las mujeres en los terrenos del arte, la cultura y el mundo intelectual; esa exclusión que, aunque muchos y algunas niegan, sigue vigente en nuestros días, de maneras a veces veladas y otras cínicamente abiertas.

¡Qué gran conversadora es Nuria, qué gran guía!

Todos los temas y ángulos desde donde Nuria trata la nueva misoginia me parecen importantes y efectivos. Por ejemplo, nos habla de la cultura del simulacro, del silencio como el mandato patriarcal por excelencia, del mansplaining, de las estrategias –fácticas y simbólicas- para excluirnos, despojarnos e invisibilizarnos a nosotras, “las otras”, y seguirnos confinando a ser lo Otro. Y nos dice que estas estrategias y tácticas son parte de la injusticia simbólica, esa que está arraigada en los patrones sociales de representación, interpretación y comunicación, y que se muestran a través de la dominación cultural, del no reconocimiento y el irrespeto. Nos lo explica y evidencia. Claro, cuando una se dedica a esto, lo sabe de primera experiencia; pero es importante nombrarlo, analizarlo más a profundidad.

Leo sobre la dominación cultural e intelectual, sobre la injusticia simbólica, y reconozco que muchas veces somos nosotras mismas las que nos negamos a reconocer a las compañeras, creemos que todo es competencia. No sólo recelamos los conocimientos, sino también los reconocimientos. Qué gran favor le hacemos al patriarcado, a la cultura del desprecio hacia nosotras. A vece somos tan soberbias que seguimos relegando a las mujeres que nos rodean en ámbitos artísticos y culturales, a ser “las eternamente otras”. Hemos nutrido la idea de éxito, a través de espejismos de altares solitarios. Sí, a veces nos posamos inalcanzables para las que no tienen el capital cultural e intelectual que se nos empareje; y otras tantas volteamos la mirada o guardamos silencio ante cualquier compañera de nuestro ámbito de competencia. Calumniamos o menospreciamos…

Dejemos de nutrir la cultura del menosprecio hacia las mujeres, porque de ahí a la cultura de la violación y feminicida, sólo hay unos pasos. Además, esto es aprendido, nada natural ni imperecedero. Es hora de acabar con la simulación y el simulacro de igualdad. Llevemos a cabo la revolución feminista, incluyendo también la “justicia simbólica”, cultural. Iniciemos por los espacios literarios, feministas.
¿Cómo hacerlo? Podemos empezar por desenmascarar a los impostores que han pasado por héroes, que no son más que los ejecutores de las injusticias simbólicas, en un tiempo en el que la dominación cultural reemplaza a la explotación como injusticia fundamental, sí; pero no sólo eso, también nos toca reconocer a las mujeres, sus virtudes y capacidades creativas y creadoras –y más con aquellas que nos cuesta porque se cruza un asunto “emocional”. Es hora de apostar por la redistribución y el reconocimiento. Abrir o impulsar espacios donde cada una exprese y reconozca su propia voz y la de las otras. Animarlas a escribir, a abrir sus propios espacios para conversar, tejer conocimientos y experiencias.

A veces sólo nos es fácil apoyar en la tragedia, compadecernos de las demás, o unirnos a la exaltación de una ídola que ya está aceptada por las masas, pero a qué hora empezamos a reconocer también a las que consideramos sobresalientes, brillantes, capaces, o simplemente buenas compañeras en ámbitos en los que nosotras mismas nos consideramos exitosas.
En la medida de nuestras posibilidades reales, vamos a impulsar a las amigas, las cercanas y a las no tan queridas por motivos que no valen la pena.
Bueno, esta sólo es una reflexión de muchas incluidas o surgidas de “Cansadas” de Nuria Varela.



Mar.

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